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Los fantasmas son películas: una carta de amor a La Cumbre Escarlata

  • Traducción y publicación: Diana
  • 23 nov 2015
  • 11 Min. de lectura

Fuente: Medium

Qué buscar en la sangrienta y trágica historia del romance gótico ubicado en una era que todavía nos persigue.

Hace unas noches me pregunté: ¿Qué aconsejaría Guillermo del Toro? Hambriento por una película, estaba en un nuevo lanzamiento cuando descubrí que podía ver una película de 35 mm de Spellbound de Hitchcock. Inspirado por esta conocedora y arcana nueva cuenta de Twitter y como alguien que considera a Del Toro como el profesor (o Dumbledore o Totoro) que nunca tuve, sentí su admiración por el maestro del suspenso susurrarme: ve a ver la de Hitchcock mientras todavía puedas. Porque la proyección de una película de impresión en estos momentos es como ver luciérnagas en el verano, una luz parpadeante destinada a morir en una era de transición radical.

En un cine abarrotado entre semana en Brooklyn, había una pareja nerviosa en una de sus primeras citas sentada en frente de mí, con miradas de lado tentativas y plática titubeante. Era dulce en la forma en que lo son todas las primeras citas, y muy moderna en la manera en la que manejaban su nerviosismo al jugar con sus celulares en cada momento incómodo. La película inició: y wow, qué modernos parecen todavía los filmes de Hitchcock, ese ritmo sin igual que deja a la audiencia en risas en los momentos adecuados.

Entonces: Ingrid Bergman y Gregory Peck colisionaron en un momento supernatural, primordial e irracional, un acto nacido de sus psiques disueltos y se concreta en un intercambio de miradas, una de esas míticas, representaciones trascendentales de amor tan devastador como liberador, con la música de cuerda intensificada y tan poderoso como para cambiar la misma naturaleza de la luz en la habitación. El amor es el motor de la historia de Spellbound, como dos personas prologan su alma del uno al otro con loca devoción a sus lados oscuros al borde de la violencia y el afecto.

Y la audiencia lo encontró histérico. Risas alborotadas. La pareja tentativa en frente de mí no podían creerlo, se rieron con nerviosismo. Y sí, las sensibilidades han cambiado y Spellbound no es una película sombría, pero creo que hay debajo una narración profunda, que no deja ver que el mayor horror para las audiencias modernas de películas no son zombies o el fin del mundo, o incluso enfermedades venéreas. No hay nada más terrorífico para las audiencias modernas que el romance. Hemos estado atrapados desde el cambio de siglo, y toda la oscuridad histórica que ha seguido, en una irónica modalidad de cultura. Y ese distanciamiento es horrorizado por el romance.

Así: La Cumbre Escarlata que es como un filme de horror en un nivel, pero realmente es un romance gótico. Un ligeramente pervertido, jodido, doloroso romance. Una colisión de dorados y turquesas, de patina y encaje, de horror y belleza, sangre y nieve, mariposas y palomillas, creación y destrucción, posesión y rebelión, amor y odio. Lo amé. Espero explicar por qué y sugerir que hemos sido programados para pensar las historias de las películas de una forma muy estrecha, que ha distorsionado cómo hablamos sobre ellas y qué esperamos de ellas, de la misma forma que hemos sido programados para temer la sola imagen del romance. Y si estás abierto a ello, los Románticos hablan a través de ello, un mensaje fantasmagórico de una era hace tiempo desparecida que tiene ecos en la nuestra. Puede que no sea para todos, pero para aquellos que quieren ver fantasmas es vital.

Ahora digo que del Toro es un profesor (aunque nunca lo he conocido) porque cada vez que estrena una película da entrevistas que se convierten en digresiones eclécticas libres de política, historia del arte, y del oficio de hacer cine espolvoreadas con alguna blasfemia decente que vale el precio del boleto para una película. El siguiente es un intercambio muy reciente que creo es clave para entender su reciente trabajo.

Y ahora la ilustración de Ruelas que menciona arriba, una maravillosa bastardización de iconografía.

La sugestión de iconos es una mutación interesante de la idea de Scorsese del director como traficante: que en contra de las fuerzas comerciales que obligan a las películas, algunos cineastas trafican en la subversión para expresar sus filosofías. Debajo de la superficie de su trabajo está lo prohibido, lo innombrable: una verdad. Y por incontables razones externas parece que se ha vuelto difícil para los autores dejar sus huellas en películas con grandes lienzos, que se están volviendo muy llevadas por la productores. En el esfuerzo de hacer películas que le responderán a un vago, nebuloso concepto de una audiencia internacional, el nuevo reino con el que el traficante trabaja como sus fronteras es el de los iconos: biopics, fantasías escatológicas, fantasías de poder, ciencia ficción seudo religiosa, fantasías medievales y remakes. El icono domina.

Mientras parece que somos una cultura secular, nos preguntamos por qué las noches del domingo son ahora ocupadas descifrando narrativas seriales en televisión? ¿Qué atrae más profundas epifanías espirituales que el nuevo tráiler de un blockbuster? ¿No es el Viernes de la Fuerza (Force Friday de Star Wars) una versión del consumidor que almacena reliquias? Como sea, del Toro es de un nuevo grupo de traficantes en este país, un exilio perpetuo (de su país, de los restricciones del género) que te pintará un hermoso icono; pero el fino detalle revela innumerables subversiones. Y esa es la verdadera historia de las películas de del Toro. Porque las películas nunca son reales o irreales, las películas son sólo verdaderas o deshonestas. Y no importa si son sobre Kaiju y robots gigantes o la guerra civil española. Sostengo que la historia de La Cumbre Escarlata es verdadera a sí misma y mucho más complicada de lo que muchos creen o perciben. La naturaleza de sus fantasmas, el sentido de predictibilidad de algunas de sus revelaciones: creo que son totalmente intencionales.

La historia de La Cumbre Escarlata empieza con la muerte de una madre, su fantasma y la advertencia de la era victoriana y después estamos en América al principio de un nuevo siglo. Y éstas son decisiones muy específicas de la narración. En unos cuantos momentos, en los confines de una historia de fantasmas, conocemos a nuestra heroína y la situamos en un mundo que gira en torno a un cambio tecnológico radical y social, todavía perseguido por la enfermedad y por la familiaridad y fetichización de la muerte en la era victoriana. La alma gótica nace de la muerte: la mortalidad no era desconocida para los jóvenes, la pérdida de madres que inicia la película, Mary Shelley la sufre y puede que sea parcialmente responsable por dar a luz al género de la ciencia ficción (y también tiene raíces en la propia historia familiar de del Toro). La nueva era de Edith es dorada, pero el suelo está lleno de barro, sin pavimento y el poder del pasado y de la muerte está en todos partes, desde la arquitectura hasta los insectos. La experiencia de la niñez de Edith con un terror sublime, una visita apartada del tiempo, la ha revolucionado, y ahora buscar ser una escritora (declarando verbalmente aspirar a la vida de Mary Shelley) y ve con recelo las estructuras sociales en las que nació. La subversión se ha establecido.

Lo que ha sido expresado en solo minutos parecer ser una historia muy simple y anticuada. Del Toro ya ha modificado la forma en la que está trabajando, y debajo del mecanismo de reloj de su historia, las mutaciones ha empezado, vibraciones cristalinas que ajustan lo que sabemos. Está expresado en el ambiente social, el guardarropa, los props, en la decisión del tiempo y el lugar y en el comportamiento humano. Estos son ricos detalles que combinados con la trama y los personajes son la historia de La Cumbre Escarlata de la que tal vez no estás ni siquiera consciente, una historia de dualidades interconectándose entre ellas.

Últimamente mientras discutimos películas seguimos cayendo en la trampa de confundir la trama con la historia. Discutimos la historia en términos estrictamente dramatúrgicos, literarios, alabamos guiones sobre la edición y este interminable discurso ha condicionado a las audiencias para que crean una enorme falacia: que la trama es lo mismo que la historia.

La trama es una especificidad de eventos que sucedieron. Historia es narrativa, lo que algunos teorizan que tú impones al despertar sobre los confusos eventos que ocurrieron en un sueño. La historia surge no sólo de la trama, sino también de conexiones asignadas de una toma a otra unidas por la edición. La historia construye un registro emocional en la cara de un actor y cómo es contrastada con el ambiente en el que ocurre. Florece en el único elemento de color no empírico: la propensión de color para generar emoción. La historia es motivada al moverse por el tiempo y el espacio, en una película esto puede ser un simple corte.

Al ver una película estás detectando y percibiendo este espectro inconscientemente y reformando todo en tu propia mente, imponiendo tu propia creatividad sobre estas fotografías individuales y grabaciones de audio que en movimiento y con tiempo cobran vida. Llenas detalles con tu propia experiencia de vida, tú experimentas indirectamente estados agudizados que puede que no hayas tenido. El director te dice cuándo y dónde ver, pero tú eres el que ves. Y en este dialogo entre la película y tú, ahí es de donde viene la historia.

He estado pensando mucho últimamente sobre algo que Wim Wenders dijo recientemente: que cuando estaba empezando a hacer filmes en los 60, el punto central para la historia del medio, viniendo de entrenar como pintor, experimentó con el punto de ruptura de hacer filmes que no tenían historia (no eran muy buenos). Pero pronto se dio cuenta de que por la sola naturaleza de mover una cámara o hacer un corte en la edición, una historia sucede. Así, la historia en las películas es un fenómeno emergente, la tela inherente del medio creada al unir miles de stills juntas, y cineastas como del Toro están esperando que una multitud de entradas más grandes que la mera trama fluidamente conviertan lo que tú veas y oigas, en una historia. Así que depende de nosotros que dejemos de pensar en las historias de las películas como simples guiones filmados. Una película que te hace pensar en sus imágenes en el tiempo, está haciendo lo que puede hacer una película, que ningún otro medio puede.

Esto es por lo que los admiradores de del Toro discuten y alaban los detalles: entradas oníricas que nos hacen voltear sobre la historia, y reinterpretar lo que vimos. Hay un hexágono recurrente en La Cumbre Escarlata, y todavía no estoy seguro de lo que es. Continúo volteándolo como un extraño detalle en un sueño que me confunde durante el día, como tantos otros momentos y detalles que vi en la película. Estas son películas para saborearse después de verlas, mientras duermes en esa noche.

Veo en los detalles de La Cumbre Escarlata una colisión entre el antiguo y el nuevo orden social. Veo formas de amor borne de un condicionamiento social en una lucha rapaz. Amor posesivo, amor por la sangre en contra de una rebelde elección de amor y libre voluntad. Veo la forma en que los imperios decaen, al ser 1901 el año en que muere la reina Victoria, que un viejo imperio libra guerras distantes, que el siglo pasa, las mujeres empiezan a soltarse de las construcciones sociales impuestas sobre ellas y la fotografía y las grabaciones de audio se vuelven lugares comunes. Este es el fin de la era victoriana, pero también es nuestra era.

De hecho, las fotografías y las grabaciones de audio están presentes en la película como manifestaciones literales de fantasmas algo que del Toro se asegura de incluir. A pesar de ser un avance tecnológico extraordinario que transformaría cómo los humanos habían percibido el mundo por milenos, la invención de la fotografía fue inmediatamente reclamado para la fotografía de los espíritus. En nuestra propia era estamos haciendo filmes de horror sobre grabaciones de video y de celulares en los que lo sobrenatural se materializa.

Así, todas las películas son fantasmas ya que cada grabación audiovisual es un momento que ocurre en el pasado. Como escribe William Gibson: “Somos esa extraña especie que construye artefactos para contrarrestar el flujo natural del olvido” (Recomiendo mucho el libro de ensayos de Gibson, Distrust That Particular Flavor para una lectura incomparable en cómo los fantasmas están atados en la tecnología. Realmente vio los ecos de la era victoriana antes que otros).

Y yo mismo me pregunto por qué estamos en una época en que la tecnología aumenta nuestros recuerdos, pero nuestra cultura como un todo parece que olvida todo más rápido.

Hay fantasmas en toda partes, y nos persiguen como un recordatoria de todas las enfermedades sociales que no hemos abandonado, los cambios que no hechos. En la estimación de del Toro, hay fantasmas y monstruos y su naturaleza no es una y no es la misma. Hay una subversión definitiva de la naturaleza de los fantasmas en La Cumbre Escarlata. Son efectivamente, monstruosos a la vista, carne decadente y corrupta, expuesta anatómicamente y con heridas violentas. Pero lo más importante es que ellos no lo son, como en muchas historias de fantasmas, manifestaciones de la culpa de Edith. Más bien su sensibilidad alineada al mundo (interpretada maravillosamente y empáticamente por Wasikowska) ha producido ecos de su aparente aterrorizada pasado. Los fantasmas, los monstruos en la superficie son humanizados.

Sospecho que estas subversiones son la razón por la que sentimos que la historia de La Cumbre Escarlata es predecible o no da miedo: porque sólo es a primera vista. Y también de forma deliberada, como es la forma dramática y función de la tragedia, como eran en realidad las historias mundiales de asesinatos victorianos. En su novela de 1991, The Kindness of Women, J. G. Ballard escribió: “En el futuro, todos van a necesitar se críticos de cine para darle sentido a todo.” En las redes sociales todos nos hemos convertido en críticos de cine, pero para todo lo que decimos diariamente en la cultura pop sobre historias con una declarada experiencia en las estructuras narrativas, nos hemos olvidado totalmente de cuál es el propósito de la tragedia. Otra vez Wim Wenders: “Te dirán que está bien matar a mil personas en una película, pero que nunca hagas una película sobre la muerte.”

La tragedia es la fatalidad que es inevitable por los personajes, y la audiencia lo vio venir. Su intenso vals requiere de conocimiento previo. Somos nosotros, en el año 2015, a tan sólo unos años del cambio del milenio, viviendo en una era marcada por las transformaciones radicales en tecnología, nuestros imperios libran guerras distantes, incapaces de hacer nada sobre la opresión racial, violencia de armas o violencia policía, o violencia estatal o la violencia representada por los hombres sobre las mujeres.

Ve todos esos pequeños detalles en La Cumbre Escarlata, y ahí está misma historia, contada por fantasmas. Escucha la historia que Lucille cuenta sobre su padre. La Cumbre Escarlata puede que tenga lugar en un pasado que hace tiempo se fue, pero es una historia donde el modernismo es inevitable, y las apariciones que nos dejaron es lo que lloramos del mundo que no pudo superarse aunque tuvieron la oportunidad de hacerlo. La segunda vez que vi La Cumbre Escarlata, libre de tener que juntar el pasado, extrañamente vi a los hermanos como héroes (ayudado por las varias capas de las actuaciones Chastain y Hiddleston que lograron hacer melodramáticas y emocionalmente verdaderas) sabiendo muy bien que eran monstruos. Héroes trágicos que incluso con amor no pudieron escapar de la verdadera monstruosidad: debilidad humana, sus tiempos. Ese es nuestro mundo encantado, ayer y hoy. Hay pequeñas victorias: sugiero ver los créditos de La Cumbre Escarlata hasta la imagen final. En una pequeña nota de gracia, del Toro nos muestra cómo podemos escapar, los fantasmas benevolentes se acercan a nosotros desde las historias.

Sé que La Cumbre Escarlata es una cosa singular que no puedo recomendar o convencer a todos de su disfrute o de que lo que yo veo es lo que ellos verán. Sí pienso que si te gustan las Brontes, Mary Shelley, Angela Carter o si te gusta esto, te encantará La Cumbre Escarlata.

Más allá de eso, puedo decir que es indiscutible que nunca hemos tenido un director de cine como Guillermo del Toro. Está empujando el uso del genero sin límites y personalmente (y el color, el diseño de producción, el espacio sónico y todos los espacios que están relacionados con la cinematografía) cuando tantos otros están satisfechos con hacer una nueva versión de una narrativa moralmente simplista o fantasía de poder.

Volver a ver sus películas las muestra como una “autobiografía emocional”, una frase que le estoy robando. Ningún otro director en nuestros tiempos ha sintetizado una conexión entre nuestras narrativas subversivas pasadas, nuestros cuentos de modestas formas, libros de cómics a pintores renacentistas, arte alto a arte bajo, horror a historia, a una vida vivida en el aquí y en el ahora. Me recuerda a Mary Shelley, y a los tiempos que se unieron en su obra maestra. Me gusta creer que le encantaría La Cumbre Escarlata. No puedo hacer que la vea, pero espero que tú sí.

Gracias a @danahsaurus, @bbw_bff, @GLValentine, & @jenyamato por sus discusiones sobre la película, las correcciones y las sugerencias para esto.

 
 
 

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