Un chat cultural con Tom Hiddleston
- Traducción: Ana Boa Morte; Publicación: Mariana
- 26 oct 2015
- 6 Min. de lectura

Entrevista Un chat cultural con Tom Hiddleston Por: ISABELA BOSCOV 15 de octubre de 2015
Uno de los integrantes de la nueva generación de oro de actores británicos – a la cual pertenecen los igualmente articulados, versátiles y trabajadores Benedict Cumberbatch, Eddie Redmayne y Michael Fassbender –, Tom Hiddleston ya tenía una década de carrera (estuvo en las series Cranford y Wallander, y en Caballo de Guerra, Deep Blue Sea y Medianoche en París) cuando súbitamente estalló en Thor, de 2011, como el hermano también divino, pero el más peleonero y envidioso de Chris Hemsworth. Todo es una mentirita: Hiddleston, de 34 años, es un dulce de coco, conocido entre el equipo técnico y el elenco de apoyo por ser el sujeto más gentil, educado y afable de cualquier set en el que pueda estar. En los veinte minutitos que pasé al teléfono con él hablando sobre La Cumbre Escarlata, del director Guillermo del Toro, no encontré nada que pudiera desmentir esa reputación, y hay mucha cosa por confirmarla. Porque la conversación de él es seria, eso es.
Su personaje en La Cumbre Escarlata, Thomas Sharpe, es el típico de la literatura del siglo XIX: el caballero cuya casa resguarda los secretos que él no puede revelar al mundo.
Ese es, sin duda, el punto de partida. La gran inspiración del Guillermo del Toro para los personajes de La Cumbre Escarlata fueron las novelas góticas del siglo XIX, en especial Jane Eyre. Y ese arquetipo de extraño seductor, es la gran constante de las novelas góticas. En la literatura, en el folclore y en los cuentos de hadas, el caballero con una misión misteriosa en lo alto de la colina representa el peligro. Guillermo, Mia Wasikowska y yo nos divertimos grabando las convenciones de ese arquetipo, del hombre en tensión con su pasado. Hay algo en el pasado con que el personaje quiere romper, pero del que no puede escapar. Otro aspecto de la novela gótica que contiene mucha materia prima con la cual trabajar, es el empuje entre el sexo y la muerte, los polos opuestos de nuestras vidas. En lo gótico, la sexualidad propulsa la heroína en su trayectoria – pero en ese viaje, en algún lugar de las sombras, en un corredor oscuro, la muerte siempre está al acecho.
Corredores oscuros no faltan en la mansión de La Cumbre Escarlata. ¿Por qué esas mansiones sobrenaturales o con vida propia de las novelas góticas?
Creo que en general ellas representan aquello de lo que los victorianos no podían hablar: sexo. Bueno, nadie de nosotros vivió en la era victoriana, pero esa es una impresión que nos formamos de ella: un tiempo de inmenso progreso e innovación en la industria, en la tecnología, en la organización, y de terribles represión a la sexualidad. En cierta parte la sociedad victoriana, al menos, el sexo era cosa para puertas cerradas, dentro del matrimonio, e igual así no debía ser mencionado. Pero ¿cómo se puede domar una fuerza tan vital como el sexo? No se puede, es evidente. La sexualidad, si es reprimida, va emerger de otras formas. Por ejemplo, en esa corriente subterránea de la novela gótica, en esa asociación con lo sobrenatural.
¿Es por eso que tal vez lo sobrenatural, en esas novelas, sea tan desordenado e inquietante?
Claro. Los góticos cambian la manera de hablar de lo sobrenatural: antes los fantasmas eran explicados en los términos de la tradición judeo-cristiana, de la oposición entre dios y el demonio. En la literatura gótica, ellos volvieron de una representación de traumas emocionales no resueltos; los espíritus estaban aquí para hablar con nosotros, para alertarnos sobre un peligro inminente o algunas veces para causar ese peligro o para castigar. Para las jóvenes heroínas de esas novelas, el sexo sería un conocimiento que, una vez adquirido, no puede ser olvidado. Ese conocimiento, ese secreto es muy parecido como el conocimiento que los fantasmas pueden transmitir – de ahí una cosa tan frecuente toma el lugar de otras en esas novelas.
Los actores que trabajan con Guillermo del Toro acostumbran decir que, en los sets que él crea para sus filmes, no es necesario usar la imaginación: ellos son tan palpables y detallados que es como estar dentro de la cabeza de Guillermo. ¿Fue esa tu experiencia también?
Sinceramente, el set de La Cumbre Escarlata es el más lindo y el más completo, el más real, en que ya puse los pies en la vida. Mi trabajo, como actor, algunas veces consiste en responder con emociones verdaderas a las cosas que no están frente a mí – que ni siquiera existen en verdad. En La Cumbre Escarlata, al contrario, fue como abrir una puerta mágica y entrar en otro universo. La mansión fue construida en tres pisos, con un elevador que funcionada en verdad; en el tapiz, si miras con atención, está sutilmente entrelazada la palabra “fear”, o miedo; la casa no está sólo metafóricamente en ruinas, está hundida bajo el pantano: cuando pisábamos en las tablas del piso, el lodo salía de verdad entre las grietas.
¿Ya conocías los trabajos anteriores de Guillermo, como El Espinazo del Diablo o El Laberinto del Fauno?
Los conocía y muy bien. El Laberinto del Fauno, en especial, me dejó boquiabierto. Yo nunca había visto alguien atrapar el más completo naturalismo de las interpretaciones, como las emociones tan enraizadas en el mundo real, a un mundo fantástico, tan perturbadoramente singular. Y me gustan de igual forma sus filmes en lengua inglesa – Hellboy, o Pacific Rim. Lo que Guillermo tiene de único es el entusiasmo, la capacidad casi infantil de asombro. Y esa es una cualidad contagiosa. Trabajar con él es sentirse bien durante todas las horas del día.
Eres conocido por ser un amor de persona, invariablemente gentil y simpático con todo el mundo. Pero, cuando el papel lo pide, puedes ser feroz. ¿Cuál de estas dos cosas hizo Guillermo para invitarte al papel de Thomas Sharpe, la suavidad o el peligro?
Cuando conocí a Guillermo, me quedé increíblemente halagado: él ya había visto todo lo que hice. No sólo Thor y Los Vengadores, sino hasta mis papeles pequeños, como en Caballo de Guerra, él hasta me fue a ver al teatro en Coriolano. Y Coroliano es, sí, feroz, uno de los personajes más coléricos creador por Shakespeare. En fin, no sé lo que Guillermo vio en mí – sólo sé que por suerte vio alguna cosa, porque uno de mis mayores placeres de ser actor es interpretar personajes que no tienen nada que ver conmigo. Cuando más distantes de quien yo soy verdaderamente, mayor es el placer de hacerlos.
Dirás que tal vez esa sea la razón por la cual el público eligió a Loki como el villano más carismático de los filmes de súper héroes de Marvel, porque no los tomas en serio ¿no es así?
Es claro que filmes de súper héroes son y deben ser entretenimiento, pero creo que, por debajo de todo el escándalo y todos los efectos, existe siempre una estructura, un esqueleto, de verdades simples sobre la naturaleza humana – o ellos no funcionarían de la manera en que funcionan. El antagonismo entre Thor y Loki es una cosa antigua, primitiva. Por más loco que sea el sentido de humor de Loki, ahí hay algo igual de sombrío. Pero ni Loki es una creación sólo mía, ni Thor es sólo una creación de Chris Hemsworth: construimos juntos ambos personajes. Sin Chris, no lo habría hecho.
Y ahora, a finales de noviembre, vas a ser visto en un papel completamente diferente de cualquiera de ellos – como Hank Williams (1923-1953), el mayor ícono de música country americana, en I Saw the Light. ¿Cómo fue la experiencia?
Pues sí, ahí está otro sujeto complicado. Y un desafío gigantesco. Hablando de personajes que no tienen nada qué ver conmigo, Hank rompió el record: un americano del Sur de Alabama, nacido en 1923, criado en una familia pobre en medio de la Gran Depresión, que se volvió uno de los mayores compositores, músicos y cantantes del siglo XX, venerado por gente como Bob Dylan y Bruce Springsteen. Lamentablemente, Hank tenía un talento que era demasiado grande para ser apoyado. Era alcohólico, tenía una pésima relación con píldoras y pastillas, y también con las personas. Principalmente con su primera mujer, Audrey, con quien él vivió un caso de amor y odio que le costó muy caro. Fue medio aterrador sumergirse en un hombre como ese, pero también un deleite: tanto sufrimiento personal, y tanto júbilo en el arte. Él brilló fuerte, y sucumbió muy pronto.
Fuente: Página de Isabela Boscov
Comments