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TIFF 2015: I Saw The Light

  • Traducción y publicación: Mariana
  • 23 sept 2015
  • 4 Min. de lectura


Ésta película biográfica retro country es un modelo de concienzuda contención, con una interpretación estupenda por parte de Tom Hiddleston.


Negándose a dejar fuera las hojas del libro de este trovador trabajólico, que vendió 11 millones, la I Saw The Light de Marc Abraham es una versión desafiantemente poco comercial de la vida de Hank Williams, un bravucón con un destello en sus ojos quien, si se le cree al protagonista Tom Hiddleston, también tuvo la más amplia y radiante de las sonrisas del circuito. En un momento, el guitarrista de slide de Williams canta a lamentos las canciones que él toca — dando golpecitos con los pies, canturreos de tres acordes que existen para complacer a las masas — son extremadamente básicas, y lo que Abraham ha hecho como respuesta es producir una película biográfica directa, muy sencilla, de tres acordes en la cual (a diferencia de la música de Hank) se evita el sentimentalismo y el trillado romanticismo.


El filme toma lugar durante los 40 y los 50, en los alrededores del Sur de Estados Unidos, principalmente en Alabama y Nashville. Sin embargo no está ubicada en una sola época, pero ha sido hecha como regresiones a películas de esa época, en particular como la excepcional película de Anthony Mann, The Glenn Miller Story, estelarizada por el capitán mismo, el tío James Stewart. La película está construida por episodios privados y unas cuantas interpretaciones en vivo para mover las caderas, fusionadas con unas lánguidas transiciones en gran medida despojadas de exposición — el cantautor, productor y confidente de Williams, Fred Rose (Bradley Whitford), llena algunos vacíos de información y prepara las escenas con secuencias alternadas al estilo de entrevista para documental.


Hay una estructura satisfactoriamente desarreglada, en la que rodamos a través de los años sin tener una idea de lo que pasará después. A diferencia de la actual oleada de musicales muy al estilo de las rockolas que se sustentan en wikis (siendo Get On Up la más reciente ofensora), no hay concesión por nostalgia sentimentalista. Abraham no intenta cargar los momentos cruciales de significado excesivo, o no intenta sugerir que ciertos instantes en la vida de Williams lo inspiraron directamente a escribir sus canciones. No hay cursis momentos de ¡eureka! o intentos de meter con calzador el material dentro de lecciones morales convenientes sobre el trabajo del alma creativa. No castiga a Williams por su dedicación a la seducción de mujeres o por su hábito a la bebida, y a cambio se recibe la sabiduría de una película biográfica ya que esos vicios son siempre la causa de su ruina comercial.


Un elemento que es especialmente genial sobre la película es lo susurrada que es — mucho del diálogo entre Williams y su sufrida esposa, Audrey (Elizabeth Olsen) es susurrado, y genera esta atmósfera melosa y rapsódica que crea un dulce tándem con la reluciente y dorada cinematografía de Dante Sponotti. La cámara se introduce en los rostros de los actores durante esas secuencias de diálogo, revelando los sutiles matices de expresión y la palidez de la piel en las altas y las bajas. Ni Olsen ni Hiddleston toman nunca la oportunidad de entregar el Gran Momento Actoral, permitiendo en cambio una intensidad despojada que arrastra hacia adentro — algunas de las largas pausas entre cambios son, en y por sí mismas, los momentos sorpresivos de esta película.


A nivel superficial, la interpretación protagónica de Hiddleston es altamente entretenida, y él captura a Williams como un larguiricho, carismático amorcito con un oscuro latido en su corazón. Las interpretaciones musicales son magníficas, con Hiddleston haciéndolo a la perfección incluso el estilo tirolés de los Apalaches que forman un puente de éxitos en las listas de popularidad como Lovesick Blues. Los diversos episodios de enfermedad de Williams, muchos debidos al abuso del alcohol y también al hecho de haber sufrido de espina bífida, no son utilizados nunca como una razón para justificar sus acciones. Se entiende que debe haber sido profundamente problemático — tanto física como psicológicamente — cargar sobre los hombros estas condiciones, pero él hizo lo mejor que pudo, y ligeramente afectó a su caracter en lugar de ayudarlo a terminar de darle forma.


Y aún así no parece que Hiddleston quisiera que te enamoraras de su viejo Hank. Él tampoco quiere que lo odies. Simplemente demanda que empatices con él, para ver que hizo algunas cosas que pueden parecer cobardes y odiosas, pero que también quedaba en él algo de inocencia, que fue alguien que tomó las decisiones sin la mentalidad de un bruto filósofo. En algún punto, Hank queda perplejo cuando un reportero lo describe como un “genio”, y ‘I Saw The Light’ comprende que la gente famosa es digna de tiempo para hablar de ella, sus vidas son dignas de ser exploradas, incluso si no vivieron para hacer las cosas que sacudieron los cimientos del mundo como lo conocemos. Es una película humilde, cortés, melancólica, como una lenta balada folk de Luke The Drifter.


 
 
 

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