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'High-Rise': Reseña

  • Traducción y publicación: Mariana
  • 17 sept 2015
  • 5 Min. de lectura

Por Fionnuala Halligan, Jefa de Crítica Fílmica


Director Ben Wheatley. Reino Unido, 2015. 112 mins


Las habilidades subversivas de Wheatley se aglutinan bien con un autor que todavía se siente radical al día de hoy, y quizá siempre lo será.


Ingresar al Rascacielos (High-Rise) de JG Ballard’s acarrea una inmensidad de expectativas para el joven director británico Ben Wheatley, incluso con el sello de aprobación del productor de Crash, Jeremy Thomas. Trabajando nuevamente con la escritora y co-editora Amy Jump, Wheatley acomente el profético texto de 1975, entregando una interpretación compleja, fluída, la cual es respetuosa y casi fiel mientras es también en sí una bella, delirante bestia.


A pesar de ser salvaje y valiente, High-Rise no es la fresca intranquila Crash. (Wheatley y Jump se alejan del elemento incestuoso de la novela, aunque agregan un embarazo todavía más perturbador.) En Tom Hiddleston, el director ha encontrado a un actor que puede entregar la distancia esencial del personaje central junto con la justa mezcla de simpatía, inteligencia y carnalidad cruda. La película canta, y frecuentemente, baila; es larga, pero se siente viva.


El intimidante reto de adaptar High-Rise fue hacer una película que exista por sí misma, independiente del texto, sin caer en las trampas estéticas de Ballard – ya sea obsesionándose con el edificio en el que se da lugar una guerra de clases sin restricciones entre los niveles más altos de la sociedad, o entrando al territorio clave de los 70 de Ken Russell. Claramente, Wheatley no es fácil de intimidar.


El director ha hecho la interesante jugada de estrenar mundialmente High-Rise en la plataforma inaugural del Festival Internacional de Cine de Toronto, después de lo cual viajará a San Sebastian y a Londres en el comienzo de lo que parece ser un largo y saludable camino en la vida de las salas de arte. High Rise es inusual, y, a pesar del lustre visual, lo suficientemente mugrosa para retener a los grupos de fans de la Sightseers del director mientras alcanza a nuevos fans, principalmente jóvenes públicos buscando un viaje a fondo. La fanaticada de Ballard debe estar satisfecha; los novatos pueden encontrarla difícil. Claramente trabajando con más fondos que nunca antes, las habilidades subversivas de Wheatley se aglutinan bien con un autor que todavía se siente radical al día de hoy, y que quizá siempre lo será.


Ballard dijo que sus experiencias siendo adolescente como prisionero de guerra en un campo de Japón – narradas en Empire of the Sun – fueron una lección brutal con respecto a cómo las capas más delgadas de la sociedad pueden derretirse con el calor. High Rise fue su respuesta a la racha de planificación urbana de la post-guerra la cual dejó brutales torres de apartamentos como ingeniería arquitectónica social y se asume que Royal, el creador de esa torre, interpretado por Jeremy Irons, estuvo basado en Le Corbusier y sus seguidores. (El libro fue escrito previamente al ascenso de Thatcher al poder, así que su voz como epílogo es la nota chunga política de la película).


Y cómo la sociedad se derrite en High-Rise. Cuando el soltero, altamente elegible joven Dr. Laing se muda a su pequeño apartamento (inconvenientemente dividido en dos por pilares que sirven a la estética arquitectónica), es claro que la torre ya está agitada con discusiones mezquinas, fiestas, alcohol y sexo. Su vecina de los pisos superiores, la atractiva madre soltera Charlotte (Sienna Miller), es ligera y sagaz, mientras que el cineasta de documentales Wilder (Luke Evans), es un predador sexual casado con la embarazada Helen (Elisabeth Moss) y viven resentidamente en los pisos más bajos del edificio con sus hijos.


Hay una jerarquía social en el Rascacielos; hasta abajo, las clases medias (representadas por asistentes de vuelo en un fabuloso montaje de baile) y familias; en los pisos de en medio, la clase media alta, Laing y su vecino, el ortodoncista (Reece Shearsmith); en la cima, en el penthouse, Royal y su grosera y aristocrática esposa Ann (Keeley Hawes), quien monta caballos en su jardín de la azotea y organiza bailes de máscaras. También en los pisos más altos están la apagada actriz Jane (Sienna Guillory) y el alborotador de “manos frías”, el ginecólogo Pangbourne (James Purefoy).


No toma mucho tiempo para que Laing se una a las fiestas las cuales se balancean a lo largo y alto del edificio, aunque este protagonista siempre se contiene un poco. Deja de ir a trabajar (a donde disecciona cabezas humanas en un divertido tributo a David Cronenberg; Ballard estudió medicina pero nunca la practicó). Una furia por la electricidad y una redada desde los pisos inferiores en la alberca del piso 10 que ha sido cerrada para una fiesta privada es la clave para hirvientes frustraciones que se desbordan en una orgía de sexo, asesinato y arroyos de asquerosa basura. Sin mencionar el baile.


La película de Wheatley tiene un ritmo vivaz, uno de cuyos puntos destacados es la version de Portishead de la canción S.O.S. de ABBA. En una toma invaluable, un hombre navega fuera de la azotea, pero el edificio no está pasmado en la sumisión, y las fiestas sólo acaban de subir de nivel. Royal despacha a la policía de manera que las guerras mezquinas puedan continuar: “No hay nada aquí que no pueda ser barrido debajo de la alfombra.”


Todo esto ha sido señalado, sin embargo, por un prólogo en el cual Laing se sienta en su devastado balcón, calmadamente asando un perro alsaciano.


La estética de la pieza es más que una nota al pie, pero, afortunadamente, Ben Wheatley no les deja dominar su High-Rise. Él enraiza la película firme y jubilosamente a mediados de los 70, pero mantiene los vestuarios y los interiores del plató como un sabor para disfrutar. El consumado diseñador de producción Mark Tildesley (más recientemente visto en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos) encontró el brutalista Bangor Leisure Centre al norte de Irlanda para ser su torre, y es, por supuesto, un personaje central en los eventos que se dan lugar, un imán para la acción.


La cinematógrafa de cabecera de Wheatley Laurie Rose crece en un presupuesto más grande, y todavía logra divertirse con toques nostálgicos como una toma de calidoscopio, una regresión a sus trabajos más tempranos.


High-Rise puede tener sus tropiezos, y ciertamente es imperfecta, pero eso siempre será el caso con una película que te forza a subirte a un viaje salvaje y desordenado. ‘Ballardiano’ entró al diccionario hace algún tiempo como una palabra para “modernidad anti-utópica” – usualmente mezclado con erotismo y muerte. Eso, hace 40 años e incontables anti-utopías después, Ben Wheatley puede hacer que todavía su trabajo sea moderno y provocador en tiempos en los que pensamos que ya lo hemos visto todo es de hecho una hazaña para celebrarse.


Compañía de producción: Recorded Picture Company

Ventas Internacionales: HanWay Films, info@hanwayfilms.com

Productor: Jeremy Thomas

Producción ejecutiva: Anna Higgs, Sam Lavander, Genevieve Lemal, Thorsten, Christopher Simon, Peter Watson

Schumacher Guión: Amy Jump, basada en la novella por JG Ballard

Cinematografía: Laurie Rose

Diseño de producción: Mark Tildesley

Compositor: Clint Mansell

Edición: Amy Jump y Ben Wheatley

Reparto principal: Tom Hiddleston Jeremy Irons, Sienna Miller, Luke Evans, Elisabeth Moss, James Purefoy, Keeley Hawes


Fuente: Screen Daily





 
 
 

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